Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1032
Legislatura: 1884-1885 (Cortes de 1884 a 1886)
Sesión: 9 de julio de 1884
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 42, 1092-1095
Tema: Contestación al discurso de la Corona

No temáis, Sres. Diputados, que yo venga a molestar por mucho tiempo vuestra atención. Lo avanzado de la hora, y la necesidad de poner término a este debate, me imponen el deber de ser breve; pero comprenderéis que no puedo menos de recoger y contestar algunas indicaciones del Sr. Presidente del Consejo de Ministros, aunque sea tan brevemente como me propongo hacerlo.

Jamás ha estado el Sr. Cánovas de Castillo tan desacertado como esta tarde. (Rumores en la mayoría) ¿Es que no ha estado nunca mejor que esta tarde? ¿Está siempre mejor? (Varios Sres. Diputados: No, no). Pues si no ha estado nunca mejor que esta tarde, ¡está fresco el Sr. Cánovas del Castillo! (Risas).

¡Ah señores! Yo siento no disponer de tiempo para probaos que ha estado completamente desacertado, y en cosas que no cabía esperarlo del Sr. Presidente del Consejo de Ministros, y sobre todo en una cuestión importantísima que viene debatiéndose aquí hace mucho tiempo, y que es causa de grandes tropelerías por parte del Gobierno. (Un Sr. Diputado: Pruébelo su señoría). A ello voy: yo no quería descender a este terreno; pero, puesto que me obliga, voy a demostrar lo que he dicho.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros desconoce e ignora por completo el artículo del Código penal que se refiere a las faltas cometidas por los que pretenden cambiar la forma de gobierno. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: ¿Cómo faltas?) A los delitos diré, puesto que quiere S.S. que emplee el tecnicismo estrictamente jurídico; y de esa ignorancia, y de la equivocación y del error en que está su señoría, nacen las ilegalidades que el Gobierno que preside viene cometiendo en este país, en el derecho de reunión, en la libertad de imprenta y en el ejercicio de todos los derechos individuales. Afirmó el señor Presidente del Consejo de Ministros que el artículo 181 del Código penal dice: "Son reos de delitos contra la forma de gobierno establecida en la Constitución, los que ejecutaren actos o hechos encaminados a variar una de las cosas siguientes." ¿Es así como lo ha dicho S.S.? (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Poco más o menos). Si fuera esta la redacción del artículo citado, tendría acaso razón S.S., porque todo el que se reúne para hablar directa o indirectamente de la forma de gobierno, comete un delito, según entiende el Código el Sr. Cánovas del Castillo. Pero ahora vais a ver cómo el Sr. Cánovas del Castillo al entender así el Código se ha equivocado de medio a medio, y no me explico cómo se lo han permitido a S.S. los demás Ministros, y cómo ha tenido con él esta tolerancia, sobre todo, el Sr. Ministro de Gracia y Justicia. (Risas). Sí; repito que el Sr. Presidente del Consejo de Ministros se ha equivocado de medio a medio; y tenga en cuenta la Cámara que hay entre mis equivocaciones y las suyas la diferencia de que las mías no afectan nada al país, mientras que las del Sr. Presidente del Consejo de Ministros influyen de tal manera, que de ellas depende la libertad o la reacción en España. Ahora veréis la rectificación que hay que hacer a las palabras del Sr. Presidente del Consejo de Ministros. Y si yo tuviera tiempo, le diría otras muchas cosas. (Varios Sres. Diputados: Dígalas S.S.). Dejemos el debate para la sesión de mañana, y ya veréis si las digo.

Dice así el artículo del Código penal: "Son reos de delito contra la forma de gobierno establecida en la Constitución, los que ejecutaren cualquiera clase de actos o hechos encaminados directamente a conseguir por la fuerza o fuera de las vías legales uno de los objetos siguientes." (Aplausos en todas las minorías y en las tribunas. -Rumores en la mayoría).

¿Por qué el Sr. Presidente del Consejo de Ministros prescinde de las palabras más importantes del artículo del Código, cuando de ellas depende la libertad o la reacción en este país? ¿Es que queréis que yo suponga que ha habido mala fe de parte del Sr. Presidente del Consejo de Ministros? Pues yo debo suponer lo que he supuesto, y que tanto os ha incomodado a vosotros, y es, que el Sr. Presidente del Consejo de Ministros se ha equivocado de medio a medio; de donde resulta que yo, individuo de la oposición, estoy defendiendo la ley, y el Sr. Presidente del Consejo de Ministros la está atacando.

Es, pues, necesario para que haya delito, que el acto ejecutado tienda a conseguir directamente, por medio de la fuerza, o fuera de las vías legales, uno de los objetos siguientes: cambiar la forma de gobierno, o restringir las prerrogativas de las Cortes o las de la Corona; y claro es que como este es el supuesto fundamento de la teoría absurda de los partidos legales o ilegales, resultaría por ese artículo, tal como el señor Cánovas del Castillo lo leyó, y sin las palabras que hay en el Código y que S.S. ha suprimido, que también era partido ilegal el de la izquierda. ¿Por qué? Porque sin proceder por la fuerza ni fuera de la ley, trata de quitar prerrogativas a la Corona modificando la Constitución del Estado. No hay que andar con distingos; o somos ilegales todos los partidos de oposición, o no lo es ninguno.

Pero ha estado el Sr. Cánovas del Castillo, con permiso de la mayoría, tan desacertado en todos los demás puntos que ha combatido, como en éste; porque ¿qué voy a decir al Sr. Presidente del Consejo por haberme atribuido a mí, Presidente del Consejo de Ministros del Gobierno anterior, faltas a la Constitución, cuando si las ha habido, es él únicamente el responsable? ¿Pues no se sabe por todos que al Gobierno que presidió S.S., y en aquellas Cortes, todos los días se le pedían proyectos de presupuestos y de las fuerzas armadas, y que jamás los quiso presentar? En febrero cayó aquel Gobierno, y aún no había presentado los presupuestos; ¿sabéis para qué? Para tener sujeta, secuestrada debo decir, la prerrogativa Real (Rumores); y por esto, cuando creyó el Rey necesario para los intereses del país cambiar de Gobierno, se vio en la dura necesidad de traer un Ministerio que no podía presentar los presupuestos para el año económico. (El Sr. Ministro de Hacienda: Como S.S. en el pasado) ¿Qué tiene que ver aquí el Necker de la situación? (El Sr. Ministro de Hacienda: Soy Ministro de Hacienda). Su señoría carece de autoridad para todo, porque no puede tenerla quien ha venido aquí a levantarse para atacar al Ministro de Hacienda del partido liberal, teniendo después el atrevimiento que no ha tenido ningún Ministro de Hacienda, de presentar para su aprobación todos los planes de aquel Ministro liberal, a quien a la vez S.S. está criticando injustamente en su Memoria. (El Sr. Ministro de Hacienda: Hasta ahora no lo ha impugnado nadie. Yo [1092] estoy aquí para contestar). Ya lo veremos cuando se discuta; y en tanto resulta que esa Memoria, más que Memoria de un Ministro serio, parece artículo periodístico de un escritor apasionado. (El Sr. Ministro de Hacienda: Lo que dice S.S. sí que parece un artículo de La Iberia). Siempre sería preferible a las palabras de S.S., por la templanza y comedimiento.

Por lo demás, yo he de entrar, Sr. Presidente del Consejo de Ministros, porque yo he combatido actos de S.S. como jefe de un Gobierno, y S.S. no ha hecho otra cosa que contestar con el argumento de más eres tú, como si aquí se tratara de averiguar cuál de los dos era más malo. En respuesta, yo le digo a S.S. que le cedo la palma en todo, y que S.S. es sin duda mejor escritor, sobre todo, poeta, más joven y hasta más liberal que yo. Pero ¿qué tiene eso que ver en este debate? Lo que debió S.S. haber demostrado, es que eran infundados los cargos que he dirigido a ese Ministerio; y en lugar de esto no ha hecho S.S. más que repetir el socorrido, pero ya gastado más eres tú.

Resulta, por lo visto, que se ha inficionado su señoría sin pensarlo. Ya se ve: S.S. esta tarde ha luchado con un inconveniente grande, que es, el haber reunido en uno, dos discursos: uno, el pronunciado por el Sr. Cánovas del Castillo, y otro del Sr. Romero Robledo, dicho por boca del Sr. Cánovas; y este segundo discurso, que el Sr. Romero Robledo ha hecho valiéndose del Sr. Cánovas del Castillo, ha tenido todos los inconvenientes que tienen siempre los discursos del Sr. Romero Robledo. Porque cuidado si se necesita valor para volver aquí a hablar de los datos aquellos sobre elecciones, que presentó el Sr. Ministro de la Gobernación. (El Sr. Ministro de la Gobernación: Acompañados de 1.200 expedientes que están ahí; y ahora voy a traer algunos más) ¡Si por confesión de S.S. mismo, estaban esos datos equivocados! Cuidado si se necesita valor? (Un Sr. Diputado: Para negarlo). Pues yo los niego en absoluto. (Rumores). Sí, los niego en absoluto; porque se mandaron traer los datos aquí, y figuraban 1.200 Ayuntamientos; luego resultaron 700; y todavía, habiendo hablado de esta materia, en otra reunión impropia de un Sr. Ministro de la Corona, dijo que eran 1.500 Ayuntamientos. ¿Se puede tolerar que un Ministro de la Gobernación diga un día que son 1.500, otro que 700 y otro 1.200, y luego tener que retirar los datos porque están equivocados? (El Sr. Ministro de la Gobernación: ¿Cuándo he dicho eso? Jamás). Lo hizo, que es peor que decirlo. Ya se ve, S.S. puede hacer lo que quiera; puede darlos para que se publiquen en el Diario de Sesiones, pero nosotros tendremos el derecho de decir que son falsos. (Rumores). ¡Pues si eran falsos los que remitió antes, y porque eran falsos se los volvió a llevar! (Rumores). ¿No lo serán los que trae ahora? Repito una vez más, que el Sr. Cánovas ha estado esta tarde, a pesar y con pena de la mayoría, no sólo desacertado, sino completamente desgraciado. (Rumores). Ya lo estáis viendo por lo que va resultando de mi rectificación a su discurso. (Risas.)

No sabiendo qué contestarme, me ha dicho el señor Cánovas del Castillo que si unas veces era él reaccionario y otras demagogo, yo en cambio siempre era demagogo. ¿Pues no os acordáis de que cuando yo ocupaba ese banco me hizo la oposición porque decía que yo era demasiado conservador y que para conservador ahí estaba él? (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: ¿Cuándo? ¿En qué discurso?) ¿No os acordáis también de que cuando quería favorecer a otras facciones, lo hacía diciendo que nosotros éramos conservadores? (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Nunca). En repetidas ocasiones lo dijo su señoría. ¿No os habéis fijado, además, en la apreciación que de mí hacía hoy el Sr. Cánovas, diciendo: el Sr. Sagasta no quiere más que partidos pequeños para ser el amo de todo? Y precisamente decía eso cuando yo acababa de proclamar la conveniencia, o más bien, la necesidad de constituir un gran partido liberal que empezara en el Sr. Alonso Martínez y terminase en los demócratas más avanzados. ¿He hecho yo otra cosa en la última parte de mi discurso, que pedir esto y favorecer esa tendencia? Pues sin embargo, me ha combatido esta tarde suponiendo que yo no quería más que partidos pequeños.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros, por otra parte, me ha hecho un cargo porque acudió conmigo en 1874 a una reunión, de la cual salimos S.S. para irse a su casa y yo para ser Ministro. Pues uno de los mayores timbres políticos que yo tengo es éste. Porque aceptar una cartera entonces, no era ser Ministro de la República; era ser Ministro del orden, de la paz y de la Patria, profundamente perturbada y conmovida; era ser Ministro de un país amenazado de grandes, de inmensos peligros, y a eso no se debía negar ningún español. Hubo un alfonsino que se negó porque en aquellos momentos no quisimos proclamar a D. Alfonso; lo digo para honra de S.S. y para que le sirva de mérito, si es que méritos necesita; pero en aquellos momentos no se trataba de D. Alfonso ni de ningún Príncipe; en aquellos momentos se trataba del país, se trataba de dar reposos a nuestros conciudadanos, se trataba de correr peligros, y a correr peligros fuimos. (Rumores).

El que me interrumpe y da a esto poca importancia al parecer, es que no entiende de patriotismo: tanto peor para él.

Entonces cumplí con mi deber, entonces presté yo más servicios al orden que los que presta ahora S.S. Los servicios al orden público son los que el hombre político debe siempre prestar, los que debe siempre facilitar, hasta el punto de que S.S. ha dicho hablando de la legitimidad (y con esto contesto a las ideas que ha manifestado esta tarde acerca de la soberanía nacional), que es legítimo todo aquello que salva el orden social y los grandes intereses del país, porque en esto ponía S.S. la legitimidad. Pues si en aquellos momentos, de lo único que se trata era de defender el orden público y los grandes intereses sociales, ¿por qué me echa en S.S. en rostro un servicio semejante? Su señoría no lo quiso prestar, y yo lo sentí entonces como lo siento ahora, por S.S. y nada más.

También me ha hecho S.S. un cargo gravísimo, que no debe hacerse desde ese puesto, suponiendo que yo había entrado en el poder con fiador, dejando a la puerta a mis antiguos amigos, por los amigos nuevos. Pues como respuesta a tales conceptos, sepa S.S., en primer lugar, que yo acepté el poder como se acepta siempre, de manos de S. M. el Rey; y en segundo, que S.S. no hace bien en suponer que Su Majestad aparentó depositar en mí una confianza que no tenía en realidad, porque eso no lo hace nunca Su Majestad, y un Ministro, su primer Ministro como lo es hoy S.S., no debe suponer eso nunca en el Rey. [1093]

(Muy bien.) El Rey me llamó para entregarme el poder y para encargarme de la formación del Ministerio, como a S.S., y yo lo formé con tanta libertad como S.S. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros hace signos afirmativos). Pues entonces, si esto es verdad, ¿por qué dice S.S. que se me dio el poder con fiador? Tenga entendido S.S. que yo con fiador no lo hubiera admitido. (Aprobación en los bancos de la izquierda).

¡Ah señores! Os admirabais vosotros de que yo dijera que el Sr. Presidente del Consejo de Ministros había estado desacertado. Pues me parece que no ha quedado muy bien con esta rectificación. Y si no, ¿qué quiere decir eso de suponer que el Rey me había limado para darme el poder con fiador, aparentando una confianza que no tenía en mí? (Varios Sres. Diputados: No es eso lo que ha dicho.- El Sr. Ministro de Estado: Eso se lo ha dicho a S.S. el Sr. Alonso Martínez en pleno Congreso.- El Sr. Ministro de Hacienda: Y S.S. lo ha consentido.- El Sr. Alonso Martínez: Jamás he dicho eso). Yo no he consentido tal cosa, y lo que resulta de esas interrupciones es que el señor Cánovas del Castillo ha cometido el desliz que yo rechazo.

¿He sostenido yo, Sr. Presidente del Consejo de Ministros, que ni S.S. ni el partido conservador han hecho conquista alguna por el lado de la izquierda para la Monarquía, ni siquiera la del Sr. Martos, porque éste lo que hizo últimamente, pero no fue por su señoría ni por el partido conservador? (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Por la izquierda). Entonces, ¿a qué se atribuye S.S. esa gloria? (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: No me la atribuyo: la benevolencia). El Sr. Martos últimamente, no por S.S. ni por el partido conservador, sino por el partido liberal, por la izquierda, aunque ya con nosotros tenía contraído algún compromiso, lo que hizo fue confirmar el que con su conciencia había adquirido el año 1881; porque en último resultado, sin este propósito no es digno suponer que aconsejara a sus compañeros para que contrajesen compromisos, inclinándolos a hacer declaraciones monárquicas, para quedarse él a honesta distancia. ¿Para qué había de lanzar a sus amigos en mares desconocidos, quedándose él en la playa? Claro es que si lo hacía era para acompañarlos, y los acompañó cuando llegó este caso, en la izquierda. Por esto fue a Palacio, y en nuestro tiempo abandonó los campos de la República, y en tiempos del partido liberal se adhirió por fin a la Monarquía. Por consiguiente, si existen conquistas para S.S., todas las ha hecho el partido moderado; porque S.S. dijo que el programa del partido conservador era el mismo programa del partido moderado, excepto en la cuestión religiosa.

Al Sr. Presidente del Consejo Ministros, por estar desacertado, parece como que le molesta y hasta ha manifestado pesadumbres por mi lealtad y porque cumplí mis deberes hacia la Monarquía. ¿Qué significa, si no, el reproche que me hizo recordando las palabras que un día dirigí al Sr. Castelar, y que hoy dirigía también desde este banco si S.S. volviera a la misma situación en que entonces se colocó? Porque el Sr. Castelar, como el Sr. Presidente del Consejo de Ministros ha dicho, pronunció un discurso de los más violentos que se han pronunciado aquí contra la Monarquía y contra la dinastía. ¿No es eso lo que ha dicho S.S.? (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Sí). Pues entonces, ¿por qué se extraña S.S.? (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Porque S.S. se extraña de que yo lo combata). ¿Qué tiene que ver eso? ¿Cuándo he dicho yo que se pueda atacar la Monarquía? ¿Qué tiene esto de común con la propaganda pacífica? ¿Qué relación guarda con la teoría de los partidos legales e ilegales? Lo que hizo el Sr. Castelar al combatir de la manera que combatió la Monarquía, y el que yo, con el mismo derecho que S.S., me levantara a contestarle como lo hice, ¿qué semejanza tiene con la teoría de la legalidad o la ilegalidad de los partidos?

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros ha dicho que yo tengo la desgana del poder. El que está desganado del poder es S.S., pero para su persona, no para su partido, porque S.S. siente ya cierto hastío de la vida oficial y del pueblo que ocupa, y de ahí que le ocurran antojos, y hoy los antojos de S.S. son estos: no tiene bastante con ser Presidente del Consejo de Ministros, porque eso lo es hace ya mucho tiempo, y ahora le gusta más que Presidente del Consejo de Ministros, hacer Presidentes del Consejo de Ministros, para tener después el gusto de destruirlos, como ha hecho en varias ocasiones que no tengo necesidad de recordar. Por manera que si es por esto por lo que me dice que yo tengo la desgana del poder, resulta que a S.S. le pasa precisamente lo que a mí me atribuye, al suponer que yo ataco a mis adversarios haciendo brotar de mis labios las palpitaciones que siento en mi conciencia por los actos que he cometido; puesto que sin duda es el Sr. Cánovas del Castillo quien ha venido a juzgarme por lo que a él le dice su conciencia, y ha supuesto que tengo la desgana de ser Presidente del Consejo de Ministros. (Rumores). Qué, ¿os pesa u os disgusta que el Sr. Cánovas del Castillo tenga esos antojos? Pues los tiene y no lo puede remediar. Y si no, yo recuerdo dos Presidentes del Consejo de Ministros que él aconsejó y que al poco tiempo echó abajo. Y aún ahora no quería ser Presidente del Consejo de Ministros; quería, sí, que el partido conservador subiera al poder, pero deseaba que fuera otro el Presidente del Consejo de Ministros; y sólo por no hallarlo ente sus compañeros, o por otras circunstancias que no conozco, es lo cierto que no pudo conseguirlo, afortunadamente para ellos, porque si no, hubiera corrido la suerte de otros dos Presidentes del Consejo de Ministros a que me he referido.

Por lo demás, el Sr. Presidente del Consejo ha dicho que no tenía otro camino que seguir, que no le quedaba más remedio que aceptar el poder; y yo debo decirle que tenía otro, que consistía en no haberlo aceptado; porque yo en lugar de S.S., cuando fue llamado a Palacio, hubiera dicho al Rey: Señor, agradezco a V. M. sus deseos, pero entiendo que en bien de V. M. y del país no los puedo realizar, porque ésta es la primera vez que en su reinado se presenta una solución parlamentaria, y V. M. no la debe desaprovechar, porque este país es muy escaso en esto de soluciones parlamentarias. Además, como todos los partidos que llegan al poder fuera de tiempo viven poco, y lo que conviene al país y a V. M. es que vivan mucho, V. M. debe dar el poder al partido liberal, el cual tiene, por otra parte, una mayoría grande, unida y compacta.

Esto es lo que yo, en el puesto de S.S., hubiera dicho a S. M.; pero S.S. dice que no quiere el poder, mientras está en la oposición, y luego, cuando llega [1094] la primera oportunidad, lo toma, aunque tenga necesidad de agarrarse a él como el náufrago a una tabla de salvación. Su señoría ha venido prematuramente, y por lo mismo prematuramente se irá, pues quien nace raquítico vive poco. [1095]

(Toma la palabra el Presidente del Consejo de Ministros.)



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